jueves, 31 de mayo de 2007

El Dr. Malarrama da una lección de arquitectura (vol. 1)

¡La Hora Barroca del Dr. Malarrama!

“¿Qué es el arte?”, me dicen con frecuencia. “¿Es genio o simple maña?”. “¿Sirve para algo acaso?”. Me preguntan por la calle: “¿Qué es el arte, Dr. Malarrama?”. Y cuando lo hacen, yo contesto sin decir nada, con una sonrisa y un guiño de ojo enigmático.

Sin embargo, a ustedes, a los fieles seguidores de How I Learned to Stop Worrying and Love the Bomb, no les ocultaré la respuesta a este misterio que ha tenido en vilo a la humanidad desde el principio de los tiempos:

El arte es aquello que nos trasmite elevados valores morales, haciéndonos entrar en contacto con la belleza y transformándonos, por ende, en mejores personas. Con ese mismo fin, hacer de ustedes seres humanos insuperables, How I Learned to Stop Worrying and Love the Bomb dedica todos los meses su sección fija La Hora Barroca del Dr. Malarrama a tratar la obra artística de alguno de esos prohombres con pelucón que proliferaron por las cortes europeas y los salones aristocráticos durante el periodo más jocoso y pachanguero de la historia del Viejo Continente. Hoy, tenemos con nosotros una de las historias más edificantes de aquellos años locos: la de Nicholas Hawksmoor, arquitecto barroco y asesino en serie.


“¿Y qué sabe usted de arquitectura, Dr. Malarrama?”, se dirán. Pues nada, pero de asesinos en serie algo se me quedó de las reuniones que sobre este tema y su manifestación en la novelística del siglo XX, hará dos o tres años, solía mantener con mi exdirector de tesis, un encantador caballero escocés que impartía su asignatura sobre Geoffrey Chaucer con un manual escrito por Terry Jones, el de los Monty Python. “Vaya a Londres, Malarrama”, me decía. “Está en esa región de la Gran Bretaña aún por civilizar que se llama Inglaterra, pero para nosotros, los amantes del lado menos amable de la vida, guarda secretos temibles aún por descubrir. Sí, Malarrama, Londres: una ciudad construida sobre un lecho de sangre”.

Atraído por las enormes promesas turísticas que contenían las palabras de mi exdirector escocés, volé a Londres en compañía de mi hermano, el Coronel Malarrama.

Recuerdo haber leído por primera vez el nombre de Nicholas Hawksmoor en From Hell, una novela gráfica de Alan Moore y Eddie Campbell donde se trata de establecer un vago (y fantasioso) vínculo entre una de las iglesias de este arquitecto, Christchurch Spitalfields en el londinense barrio de Whitechapel, y los asesinatos de Jack el Destripador, ya que, por lo visto, dicho caballero, Jack, sembró todo el barrio de cadáveres de señoritas, los cual fue abandonando por la calle en torno a un patrón circular, cuyo centro es aproximadamente la iglesia en cuestión. Visitar dicha iglesia era el objetivo fundamental de mi viaje, que ya se me anticipaba lleno de grandes diversiones, la mayor de las cuales, aun sin carecer de ciertas cualidades estéticas, nada tuvo que ver con el Arte, ya que tuvo lugar en aquella hilarante ocasión en que un maître londinense, una de las noches de nuestra visita, nos escupió en el ojo al final de la siguiente conversación:

─¿Desean algo de beber los caballeros?

─Un par de copas de tintorro ─contesté yo.

El chef alzó sólo una de sus cejas y replicó con sarcasmo:

─QUÉ clase de vino tinto…

A lo que yo, después de haber echado un vistazo a la carta y comprobado el precio más barato, respondí con absoluta confianza en mi elección:

─Chardonnay, please.

Y aquí fue cuando escupió.

Pero, aunque todos ustedes se estarán preguntando cómo pudo el maître acertar en sendos ojos (el mío y el del Coronel) a través de las gafas de sol, es esa una historia que tendremos que dejar para otra ocasión. De momento nos encontramos frente a la iglesia de Christchurch Spitalfields (Spittle: "salivazo", "escupitinajo"), con su ominoso capitel haciendo sombra sobre el Coronel y el Dr. Malarrama como un puñal alzándose al cielo.

La iglesia de Christchurch en Whitechapel, el Mal Rollo como una de las Bellas Artes.

─¿Y qué tiene de terrible y ominoso esa puta iglesia? ─dijo mi hermano, el Coronel Malarrama, con enternecedora inocencia.

─Fíjate en los detalles paganos de la fachada. El portal dórico, por ejemplo. Ese tipo de portal es muy raro en los templos cristianos. En cambio, era característico de Vitrubio, a quien se ha podido identificar como uno de los primeros arquitectos dionisíacos.

─¿Quién? ─dijo mi hermano, el Coronel Malarrama, mientras, cada vez más interesado por mi relato, echaba un ojo al reloj.

─Dioniso, el dios del Chardonnay y del exceso, pero también dios del falo. Fíjate en ese capitel con forma de obelisco. Ese tipo de construcciones puntiagudas son típicas de Hawksmoor. Igual que los arquitectos dionisíacos, Hawksmoor estaba obsesionado por los símbolos egipcios. Y por las construcciones celtas.

─Mira, hay una tienda de discos por aquí a la que me gustaría echar un vistazo, voy a…

─Los celtas hacían que sus druidas santificaran el suelo antes de construir sus templos. Para ello, bañaban la tierra con sangre de un joven, o una joven, virgen. Cuando Nicholas Hawksmoor terminó de construir Christchurch en 1729 le pidió un favor a su jefe de obra. Por aquella época era costumbre que el hijo del jefe de obra pusiera la última piedra de la iglesia recién terminada. En el caso de Christchurch, la última piedra se tenía que colocar en lo más alto del campanario. El jefe de obra de Hawksmoor consideró todo un honor que su hijo subiera allá arriba. Así que, dicho y hecho, el niño escaló andamio por andamio hasta que, una vez en el último, pisó el tablón con tan mala suerte que, al estar éste podrido, cedió bajo su peso y el niño se estrelló contra el mismísimo pórtico de la iglesia. Hawksmoor le dijo entonces a su jefe de obra: “ya que tu hijo se ha muerto a los pies de mi iglesia, lo más lógico es que lo enterremos aquí mismo, ¿no crees?”. Y allí sigue el cadáver del niño, enterrado bajo la iglesia y santificando el suelo con su sangre.

Silencio absoluto.

─Coronel… ─dije mirando a mi alrededor─ ¿Dónde está usted, Coronel?

Mi hermano, el Coronel Malarrama, se había ido a su tienda de discos.

El Arte, como venía diciendo, es aquello que nos convierte en mejores seres humanos, pero el inconveniente que tiene es que lo que es arte para uno, no tiene porque serlo también para otro. Mientras mi hermano, el Coronel Malarrama, rebuscaba entre pilas de vinilos descatalogados de David Bowie, yo me dirigí al encuentro de otra de las iglesias de Nicholas Hawksmoor, dando un paseo hacia el sur mientras silbaba alegremente Eine Kleine Nachtmusik. Al final del segundo movimiento [Romanze (Andante)] llegué a mi destino, St. George-in-the-East. Lo que allí vi me dejó en un principio desconcertado, pero luego, estupefacto.




St. George-in-the-East: Londres era una fiesta.

En uno de los edificios de la calle donde se encontraba St. George-in-the-East figuraba una placa con el nombre de la vía. Dicho nombre, “The Highway”, me decía bien poca cosa, pero algo en él me resultaba, sin embargo, familiar. Me daba la sensación de haber encontrado antes ese mismo nombre, o al menos parte de él, en el contexto de alguna de las investigaciones criminales en las que había participado con mi exdirector escocés. Consulté una de las guías turísticas que había traído conmigo, El asesinato considerado como una de las Bellas Artes de Thomas De Quincey, y de repente, se hizo la luz.

Le habían cambiado el nombre a la calle.

Y no me extrañaba, después de lo que había pasado allí.

Es lo que tiene el arte. Uno cree ser original cuando se pone a pintar sus monas, pero luego descubres que alguien había hecho lo mismo mucho antes que tú. Jack el Destripador podía haber matado a todas sus víctimas en torno a la Christchurch de Whitechapel; pero allí, en la antigua Ratcliffe Highway, otra persona se le había adelantado.

Y justo delante de otra de las iglesias de Nicholas Hawksmoor.

¡Ah, el Arte!


(Continuará)


Dr. Malarrama.

jueves, 10 de mayo de 2007

El Dr. Malarrama les presenta a una amiga.


Hoy es día de presentaciones.

Los asiduos a How I Learned to Stop Worrying and Love the Bomb saben que todos los meses el Dr. Malarrama dedica una entrada de su blog al ganador del concurso literario del mes. La ganadora de Mayo es la inefable Baronesa Lalita, quien nos acompañará a lo largo del día de hoy.
"No me suena ese título", dirán aquellos de ustedes que sean expertos en genealogías aristocráticas. "¿En qué lugar exacto de España se encuentra el baronazgo de los Lalita?".

No sigan, capto la ironía. Como bien sospechan, el título nobiliario de Lalita no fue adquirido por herencia familiar. Muy al contrario, lo consiguió por su propio esfuerzo. Si mal no recuerdo que nuestra amiga de Moratalaz empezó a utilizar el título de Baronesa allá por la época en la que se unió a un grupo de amigos zombis y, juntos, se hicieron pasar por miembros de un colectivo activista denominado La Hermandad del Águila Imperial, entre cuyas acciones sociales se encontraban: divulgar textos incendiarios promoviendo la anexión militar de Marte y elogiando los senos de Julie Andrews, organizar excursiones a la Playa de la Concha donde todos los años celebraban el concurso anual de bunkers de arena y un festival de dramatizaciones del desembarco de Normandía; y otras actividades como boicotear supermercados franceses, o embarcarse en una larga y comprometida labor educativa para refrenar los nefandos gustos en el vestir de las jóvenes españolas de hoy en día y devolverles el mundo de las faldas largas, los bañadores de cuerpo entero y los sombreros de ala ancha; misión esta última de la que se encargó nuestra amiga, valiéndose de la autoridad que le daba su nombre de Baronesa. Incluso yo, el Dr. Malarrama, formé parte de La Hermandad del Águila Imperial, y fui encargado de la Delegación Cultural, empleando casi todo su presupuesto en subvencionar largas y elaboradas odas a la mejor cantante española de todos los tiempos, Cecilia, para levantar la moral e incendiar las almas de los miembros de la Hermandad.
Éramos jóvenes.

Pero corramos de momento un tupido velo sobre nuestro pasado ideológicamente, ¿cómo llamarlo?... sí: "confuso", porque intuyo que ustedes quieren saber ya cómo es la Baronesa Lalita, sin más preámbulos. Lo que les voy a contar ahora les dará una idea. Les he hablado de El Moderator, ¿no es así? Nuestro venerado e ilustre líder, ¿verdad? El ohcapitanmicapitán de los destinos zombis, ¿cierto? Pues no. El poder de El Moderator no es tan monolítico como ustedes piensan. Existe una mano en la sombra, un power-that-be a quien el mismísimo El Moderator teme. ¿De quién se trata? Pues de la Baronesa Lalita.

Háganse una idea. En cierta ocasión, El Moderator se llevó a sus zombis de convivencias a Valladolid. Bueno, en realidad lo hace todos los años, ya que el Festival de Cine de Valladolid es el lugar ideal para comer lechazo y ver películas de Conchita Velasco, las dos pasiones primigenias de El Moderator. Esta vez, tuvimos una tragedia. Baronesa Lalita estaba afónica. ¿Qué dicen? ¿Que no parece tan grave? Eso es porque todavía no la conocen. La fuente del poder de Lalita es lingüística. Esto es, la Baronesa tiene la costumbre de rajar sin piedad, lanzando invectivas atómicas a diestro y siniestro; haciendo retruécanos de cualquier pusilánime intento de su interlocutor por defenderse, devolviéndole el golpe en toda la cara como un bumerán de acero; montando la madre de todos los pollos ante ante cualquier muestra de modales indignos para una Baronesa. En resumen, su lengua es un arma de destrucción masiva. Por eso la admiramos.

Pero, como digo, ese año, en Valladolid, estaba afónica. La Baronesa Lalita, mujer de muchos ardides, como Odiseo, se hizo con un cuaderno para comunicarse con sus amigos zombis como en los viejos tiempos de su juventud, aquellos de la foto que les hemos regalado arriba, con pluma y tintero. Con tal fin, Baronesa Lalita redactó todo tipo de frases estándar en el cuaderno, una en cada página, de modo que le bastaba con buscar la frase más apropiada para cada momento y enseñársela a su interlocutor, o interlocutores, para comunicarse sin necesidad de usar la pluma cada vez que quería expresarse. Recuerdo que en el cuaderno había frases de uso cotidiano como "¿No os parece que el cine de Kiarostami está lejanamente entroncado con la obra de Tarkovsky?", "He fundido la Visa a base de facturas del Corte Inglés" y "Sois un desperdicio de hombres". Sin embargo, según se sucedían las cervezas, los cigarrillos y las tertulias, se hizo evidente que la Baronesa Lalita sólo iba a necesitar una de las páginas del cuaderno durante toda la estancia en Valladolid. La página que decía: "Hijos de Puta".

Que algún zombi hablaba a destiempo, la Baronesa Lalita plas, plas, plas, plas, buscaba la página donde estaba el enorme rótulo de "Hijos de Puta". Que alguien mencionaba el nombre de Rufus Wainwright en vano, plas plas plas, "hijos de puta". Que salía alguna referencia al portentoso nivel de ingresos mensual de la Baronesa, plas plas, "hijos de puta".

"Hijos de puta", plas, "hijos de puta". Se hacen una idea, ¿no?

Pues bien, una de las noches, El Moderator nos llevó cenar a un restorán de alcurnia. Indignos nosotros nos desplazamos al lugar y allí estábamos comiendo lechazo y debatiendo sobre las piernas de Conchita Velasco, cuando hete aquí que a los postres, el Dr. Malarrama advierte a El Moderator de la presencia de un personaje singular. Desde el fondo de la sala se acerca un hombre oriental escoltado por dos jóvenes, varón y hembra, de cuyas solapas cuelgan sendas acreditaciones del festival.

-Es Ang Lee -susurré discretamente al oído de El Moderator.

Con su nonchalance habitual, El Moderator se levantó (seguido de cerca por mí) e inició su aproximación hacia el realizador de cine que, aunque todavía no había hecho ninguna película con Conchita Velasco ya le gustaría ponerla a dar saltos y patadas o, en su defecto, colorearla digitalmente de verde. Cuando apenas estaba a cinco metros de él, la joven, no Conchita Velasco, que debía de ser relaciones públicas del festival, interpuso su mano en señal de stop deteniendo el avance de El Moderator.

-Mr. Lee -dijo entonces el líder zombie, con su elegante espiquinglis de Oxford-. You, us, me, him, photo.
-El señor Lee no tiene tiempo para fotos -contestó la joven por él.
-¿Cómo dice señorita? -replicó nuestro cabecilla.
-El señor Lee n-o t-i-e-n-e t-i-e-m-p-o p-a-r-a f-o-t-o-s.
-Perdone, joven -la interrumpí-. Pero, ¿sabe usted con quién está hablando?
Ang Lee se impacientaba.
-Ni lo sé -exclamó furiosa la acompañante-. Ni me importa.
-Es El -respondí.
-¿Él? -preguntó ella.
-Moderator -dijo nuestro amado líder- El Moderator.

La joven bajó la mirada de inmediato y nos entregó a Ang Lee, con quien acto seguido nos tomamos esta foto El Moderator y yo.





Satisfecho de su poder, El Moderator se despidió amablemente del señor Lee en un exquisito inglés de Cambridge (nuestro cabecilla domina una amplia variedad de acentos anglosajones) y se dispuso a volver a su asiento. Por suerte estaba yo allí para avisarle del espantoso error que estaba a punto de cometer. Enseguida le indiqué que mirase en dirección a la Baronesa. La Baronesa Lalita había clavado sus ojos inyectados en sangre en el rostro de El Moderator, mientras sus manos eran un frenesí de pasar páginas, plas plas plas plas plas plas,... El Moderator, aterrado, se dio la vuelta y se lanzó en dirección a Ang Lee.

-Mr. Lee -aulló-. Photo, photo, together, together...
-¿Y ahora que quiere este tío? -preguntó el director oriental a la joven en perfecto castellano.
-¡Together all the friends, photo! -aclaró El Moderator.

Frase que hizo posible la existencia de esta otra foto:




Si alguna vez se preguntaron por qué la Baronesa Lalita sale tan resplandeciente en las fotos y pensaron que, tal vez, era felicidad, ahora ya saben la respuesta. Es PODER.



Dr. Malarrama.




domingo, 6 de mayo de 2007

Las F.A.Q. del Dr. Malarrama


1. ¿De dónde ha sacado ese apellido?
De mi madre. Es un apellido judío de origen sefardí y, como saben, la sangre hebráica se transmite por vía materna. Sus padres eran naturales de Rustschuck, el pueblo de Bulgaria donde ella nació. Al poco de esto, mi abuelo, un hombre lleno de perspicacia, sentido práctico y con un fuerte instinto de supervivencia, decidió que lo más conveniente para la familia era emigrar. No corrían buenos tiempos para el pueblo judío. Estudió las diferentes posibilidades que se le presentaban y estudió con paciencia los pros y los contras de todos los países donde podía instalarse con su mujer y con su joven hija: se fijó en índices de inflación, intereses de las hipotecas, tasas de oferta laboral y, fundamentalmente, en encuestas de simpatía hacia la población hebrea. Tras largos meses deliberando se decidió por la mejor opción, que fue acatada por su esposa sin chistar, pese a la mirada sospechosa que le tiró cuando le dijo cuál era el nombre del país que había elegido: Alemania. Sobre como, al final, acabaron en España, lo contaré en otra ocasión.


2. ¿Es usted judío, entonces?
Sí. Pero, al igual que los auténticos judíos, no creo en Dios.


3. ¿Fue el 11-S fruto de un complot judío?
Definitivamente, sí.


4. ¿Por qué tienen sus amigos nombres tan raros?
Les contaré una cosa que puede que les sorprenda: no son sus nombres de verdad. Todas las personas reales que se mencionan en este blog son referidas a través de un seudónimo, con el fin de preservar sus otras identidades. (Habitualmente la gente que conozco tiene dos o tres identidades; a veces, alguna de ellas, secreta). De momento sólo les he presentado a dos de mis amistades: El Moderator y Dirtysánchez Sara, pero pronto aparecerán por estos rincones las fascinantes personalidades de Baronesa Lalita, Dr. Aluminio, Unai Numeroseis, Von Churchill o la Mamba Negra.


5. ¿Por qué los nombres de sus amigos están compuestos siempre de dos palabras?
Yo qué sé. Pregúnteselo a sus madres.


6. ¿Qué es ese pequeño texto que aparece arriba, en la columna de la derecha de su blog?
Es un fragmento literario que, por las razones que sean, y la calidad de la obra de la cual proviene no tiene por qué ser la razón principal, ha marcado profundamente mi existencia, teniendo una influencia seminal en mí.


7. ¿Por qué está usted tan obsesionado con el sexo?
"Seminal" (del lat. "semina") Semilla. Cuando algo tiene en usted una influencia seminal quiere decir que las palabras se depositan en esa estéril masa gris que tiene usted por cacúmen, haciendo germinar un retoño sintagmático que, con un poco de sol y regándolo de cuando en cuando, crecerá hasta convertirse en una idea completa que le servirá para adornar su sucia cabezota siempre y cuando el podrido limo que cubre la superficie de su cerebro no haga crecer un nabo o una patata. Tenga pensamientos limpios, por Tutatis.


8. He oído que todos los meses va a haber un concurso. ¿Qué hay de cierto en ello?
Mucho hay de cierto. Iba a decir precisamente, antes de que me interrumpieran con cierta estúpida pregunta, que a partir del mes que viene, Junio, y cada mes desde entonces, cambiará la cita literaria y se eliminará de ella el nombre del autor. El primer lector que descubra el nombre del autor y el título de la obra de donde proviene la cita ganará un fabuloso regalo.


9. ¿En qué consiste el regalo?
El Dr. Malarrama dedicará una entrada de blog exclusiva al ganador de cada mes e inmortalizará su nombre para la posteridad.


10. ¿Podemos hacerle peticiones como en la radio? ¿Por ejemplo "El Dr. Malarrama opina sobre las rubias oxigenadas" o "El Dr. Malarrama habla sobre el calentamiento global"?
Por supuesto que sí. El Dr. Malarrama está abierto a todo tipo de sugerencias o peticiones que los lectores pueden hacer símplemente dejando un comentario en cualquiera de las entradas del blog. Los lectores deben, no obstante, ser comprensivos si el Dr. Malarrama tarda o declina en aceptar su petición. Los lectores deben comprender que son muchos los temas de actualidad que exigen ser diseccionados por la penetrante mirada crítica del Dr. Malarrama. En cuanto al tipo de temas que pueden remitir, la única condición que el Dr. Malarrama les pone es: seriedad. Que sea un tema de interés público y de cuyo debate el lector pueda extraer grandes enseñanzas y encontrar consejos útiles para cambiar el rumbo de su vida y transformarse en una mejor persona. Es decir, entre los dos temas expuestos arriba, el Dr. Malarrama solo aceptaría debatir sobre las rubias oxigenadas. A no ser que se encuentren datos o estadísticas que demuestren que el calentamiento global está directamente relacionado con lo de las rubias.


11. ¿A qué se dedica usted, Dr. Malarrama?
Investigo sobre la semiótica del arte secuencial en la Universidad Autónoma de Madrid.


12. ¿Qué es la semiótica del arte secuencial?
No lo sé. Pero ustedes pagan religiosamente sus impuestos todos los años para que yo pueda averiguarlo.


sábado, 5 de mayo de 2007

El Dr. Malarrama se emborracha

JUNGLE JULIA: ¿Y tú qué vas a tomar?

TÍO BABOSO: Un Bombay Sapphire con tónica.

JUNGLE JULIA: (chasqueando los dedos) Tú si que sabes...



Las películas de Tarantino es lo que tienen. De cuando en un cuando, un personaje suelta una verdad inapelable como la de arriba, una de esas verdades que, por muy privadas que sean, sabes que son un dogma de fe de aplicación universal del cual, crees, sólo tú o, en el peor caso, un círculo muy selecto de seres humanos, tienen conocimiento. Hasta que llega el día en que una locutora bad-ass tejana como JUNGLE JULIA sale con lo del Bombay Sapphire y, de repente, te sientes menos solo en el mundo.

Mi largo idilio con esta marca de ginebra bendita se lo debo a El Moderator. ¿Quién es El Moderator?, preguntarán algunos lectores. Difícil de explicar, pero intentémoslo. Lo primero sería decir que El Moderator es un hombre cabal, hecho y derecho que se viste por los pies y (esto es lo más importante) que sabe distinguir entre etiqueta y buen gusto, cualidades ambas, empero, posee en abundancia. En segundo lugar habría que hablar de su misión en el mundo. Su existencia en el plano material está justificada por la tarea que le hemos encomendado un grupo de amigos con conciencias y personalidades alteradas a los que a partir de ahora denominaré "zombis", entre los cuales me incluyo. Dicha tarea consiste en Moderarnos, es decir, aplicar con magnanimidad salomónica sus nociones de etiqueta y buen gusto para callarnos la boca cuando decimos alguna memez, darnos una palmadita en la espalda cuando estamos tristes y mostrarnos el camino de la sabiduría en cuestiones tan diversas como:

a. Literatura ("A Cortázar no hay quien lo lea")

b. Música ("Ese Dylan es un dinosaurio, escuchen a Jetro Thull")

c. Gastronomía ("¿Cuándo fue la última vez que estuvo en un tres estrellas de la Michelin, Dr. Malarrama?")

d. Bebidas alcohólicas ("Escúchenme bien porque voy a explicarles lo que es exactamente un Grand Cru")

Siguiendo el hilo de "d." les contaré lo que ocurrió el día en que gracias a las enseñanzas de El Moderator yo también comprendí la diferencia entre etiqueta y buen gusto, que es la misma diferencia que hay entre conducir un Mercedes y un Rolls. Ese día estábamos los dos sosteniendo la barra de un bar y yo pedí un gin-tonic, cosa que yo por aquel entonces consideraba elegante y varonil (es decir: una muestra de etiqueta y savoir faire) siempre que te quites las gafas de sol, o al menos el sombrero, antes de pedírselo a la camarera. Pero hete aquí que, al escucharme, El Moderator chasqueó la lengua negando en silencio con la cabeza. "Póngale un Bombay Sapphire con tónica a este zombi fariseo", le dijo a la camarera.

Buen gusto. ¿Saben ahora a lo que me refiero? Desde entonces, siempre que me ha apetecido un gin-tonic, he pedido lo mismo.

Mi devoción por esta santa bebida es tal que incluso soy hombre de beber ginebra a palo seco ("bareback", como dirían algunos de mis compañeros zombis). Dos o tres copas de este líquido de la alegría me dejan tumbado como el alfeñique que soy, claro está, pero si la ginebra es Bombay Sapphire uno nunca pierde el conocimiento. El Sapphire tiene una gran cualidad: allí donde otras ginebras te llevarían irremisiblemente al coma etílico, ésta te transporta a la misma dimensión de un Lucy in the Sky with Diamonds o, en el peor de los casos, a la de I am the Walrus. Sólo tiene un problema, al menos en lo que a mí respecta. En mí provoca un extraño efecto secundario cuya causa, hasta la fecha, soy incapaz de determinar. Después de unas cuantas copas de Sapphire soy incapaz de comprender cualquier chiste.

No es la primera vez que me pasa, lo admito. Tengo un problema con los chistes. En general, no los comprendo. No creo que el problema esté en que no me gusten los chistes, al contrario, cuanto más estúpido, más me río. Lo que pasa es que, habitualmente, encuentro que tienen graves errores de verosimilitud. Esto es algo que no me ocurre con todos los chistes. Verán, los de Bilbainos, por ejemplo, los entiendo. ¿Por qué los de Bilbaínos sí? Pues porque son completamente verosímiles. Siempre hablando del tamaño de sus penes, lanzando bravatas a la de "aquí no hay cojones", presumiendo de su poderío económico y de su viril reciedumbre. Los Bilbaínos son así. Ahora que, lo que es el resto de chistes, me quedo con cara de pasmo cuando me los cuentan. Y el Bombay Sapphire agudiza esta peculiaridad mental. ´

Así ocurrió la semana pasada. Fui con unos amigos a una fiesta de entrega de unos premios literarios, cuyo primer premio fue otorgado a un colega mío y a mí se me concedió una mención de finalista por un cuento que escribí sobre el General Noriega, la C.I.A., el incesto, violaciones y automutilación facial, titulado "Porque le quiero". Pues bien, después de dos o tres Bombay Sapphire con tónica, uno de mis compañeros se dispuso a contar un chiste "que a usted le hará mucha gracia, Dr. Malarrama".

El chiste era el siguiente:

"Batman y Robin están en el Batmóvil rumbo a la Batcueva, cuando Robin le pide a su mentor:

ROBIN: Oye, Batman, ¿me dejarías conducir el coche un rato?

BATMAN: Venga, pero ten cuidado al meter las marchas.

ROBIN: Vale.

BATMAN: Mete primera.

Brum-Brum

BATMAN: Mete segunda.

Bruum-Bruum-Bruum

BATMAN: Tercera.

Bruuum-Bruuum-Bruuum-Bruuuum

BATMAN: ¡Sigue así, Robin! ¡Cuarta!

Bruuuum-Bruuuum-Bruuuum-Bruuuum-Bruuuum

BATMAN: ¡¡¡¡¡¡¡Quinta!!!!!!!!

Bruuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuum

Total, que llegan a la Batcueva. Batman, fuera de sí ya. Se para el coche y Robin le pregunta a Batman.

ROBIN: ¿Qué tal lo he hecho, Batman?

BATMAN: Muy bien Robin. Y ahora, ¿qué tal si me das un besito para acabar?"

Cara de pasmo. Que Batman es un payaso pederasta ya lo sabíamos, le dije al dueño del chiste, ¿dónde está la gracia? "En que el Batmóvil tiene el cambio automático, merluzo", me contestó. ¿Y?, respondí. "Pues que no tiene palanca para cambiar de marchas". Perdona, dije tomando otro sorbo del Bombay Sapphire, pero los coches automáticos sí tienen palanca para cambiar de marchas. "Bueno, pero sólo tienen dos posiciones, no cinco". Eso es totalmente falso, el Coche Fantástico tenía cambio automático, tenía palanca y cinco posiciones: P, R, N, D, S. El chiste que has contado es completamente inverosímil, narrativamente no se sostiene y cualquier niño que se vista por los pies no se lo creería. A lo que respondió: "Dr. Malarrama, ¡¡Batman no existe!!"




Batman o no Batman, una palanca de cambios automáticos es una palanca de cambios automáticos y no la polla de un superhéroe. En resumen, tomen Bombay Sapphire, compañeros, verán el mundo de una forma más realista, como el Dr. Malarrama.

viernes, 4 de mayo de 2007

El Dr. Malarrama va al cine

Abernathy,... ¿qué clase de nombre es ése?

Lo de ir al cine es un decir. Porque últimamente me ahorro mi buen dinerito bajándome películas de la mula, que es algo que no se puede decir en un foro semi-público como éste, porque se presentan los guripas en tu casa y te empapelan. Recompóngase la imagen: no estaba sentado en una butaca con un enorme cubo de palomitas, sino arrellanado en mi fouton de Ikea con un porro colocado entre el dedo índice y el medio. Se hacen ya una idea, ¿no? ¿Y qué película había escogido el Dr. Malarrama para darse ese festín de droga y celuloide con el que pretendía matar el tiempo este pasado puente? Pues DEATH PROOF, lo último de Tarantino.

¿Hay algo mejor que una película de Tarantino para pasar un largo puente? No, no lo hay.

Ya sé, ya sé qué es lo que están pensando. Otro cínico admirador de Tarantino. Pero el tener una cartera grabada con la expresión "Bad Motherfucker" y un llavero que reza "Coñoneta", no quiere decir que sea yo uno de esos Tarantinófilos. ¿Acaso han deducido que había algún tipo de relación entre mis exquisitos gustos cinematográficos y el hecho de que me decantara por una película cuyo tema principal es "mujeres desmembradas"? Craso error. Yo soy un hombre sensible y las razones por las que me gusta Tarantino son las siguientes:

1. Sus personajes femeninos recitan poesía de Robert Frost mientras toman Bombay Sapphire con tónica en bares de Texas.

2. Sus personajes femeninos saben distinguir a Johnny Cash de Bob Dylan y prefieren, invariablemente, al primero.

3. Sus personajes femeninos enseñan el talón muy desnudo de su pie en todas las películas.

4. Sus personajes femeninos son Superman pero intentan fingir que son Clark Kent.

5. Sus personajes femeninos son tías muy listas y sensibles, ejem.


Razones suficientes, ¿no? Pues como iba diciento, estaba yo con mi porro y escuchando a Kurt Russell decir esas cosas tan divertidas que dice en la película, cuando me di cuenta de que algo iba mal. Sí, los corruptos humos que habían invadido mis pulmones habían hecho su efecto y tenía ante mis ojos la MEJOR PELÍCULA DE LA HISTORIA DEL UNIVERSO. Hace unos días una amiga hacía una de esas preguntas retóricas cuya respuesta conoce todo el mundo: "¿Sabéis cuando te has fumado un porro de más y estás viendo los Soprano y todo lo que dice Tony parece lleno de significado y con unos dobles sentidos ingeniosísimos?". Mudos y solemnes asentimos todos los amigos que rodeábamos aquel día a Dirty-Sánchez Sara. Claro, que con una película de Tarantino a mi lo que me pasa es lo siguiente:

1. Cada vez que aparece un contraplano prolongado de un hombre maduro soltando una larga y sentida parrafada con un fondo crepuscular me cago en la madre que parió a John Ford, le llamo principiante en voz alta (con el gin-tonic de Bombay Sapphire en alto, claro) y me refiero a Tarantino en términos de "puto amo".

2. Cuando los personajes están sentados en la mesa de un bar, hablando (no nos olvidemos de que es una película de Tarantino), empiezo a cronometrar el tiempo que dura el plano fijo o plano secuencia, invocando en voz alta al fantasma de Orson Welles y gritando: "¡Manténlo! ¡Manténlo! ¡Diez minutos! ¡Once! ¡A tomar por culo, Bela Tarr!"

3. Paso a cámara lenta los planos fijos de quince segundos de una jukebox cambiando de disco o café sirviéndose en una taza, buscando en ellos alguna profunda alegoría de la vida.

4. Apunto frases que uno no sabe cuándo puede necesitar:

STUNTMAN MIKE: Back in the all or nothing days, the Vanishing Point days, the Dirty Mary Crazy Larry days, the White Line Fever days, they had real cars crashing into real cars and real dumb people driving em.

o

REDNECK TEJANO: ¿Cuál es tu nombre?
ROSARIO DAWSON: Abernathy
REDNECK TEJANO: ¿Qué clase de nombre es ése?
ROSARIO DAWSON: Llámame Abby.
REDNECK TEJANO: ¿Por qué está vestida así tu amiga?
ROSARIO DAWSON: Porque estamos trabajando en una película de animadoras y ella es una de las animadoras.
REDNECK TEJANO: ¿Qué es una película de animadoras?
ROSARIO DAWSON: Es una película SOBRE animadoras.
REDNECK TEJANO: ¿Es porno?
ROSARIO DAWSON: ¡Sí! Pero no se lo menciones a ella. Es tímida.


Vamos, que con el colocón que llevaba no me enteré de nada de la película. En resumen, una obra maestra.

Dr. Malarrama.