martes, 18 de septiembre de 2007

El Dr. Malarrama les invita al teatro



Qué tortura esto de hacer el equipaje. Verán, yo lo paso muy mal. Siempre me olvido de algo y, como entenderán, no quiero que eso me ocurra en un viaje tan importante como éste. Imagínense que me presento en Alemania y al llegar la noche me doy cuenta de que me he dejado en casa el camisón de dormir. Qué bochorno. ¿Qué va a pensar de mí mi prometida?

Por eso, aunque todavía falta una semana para mi partida, he decidido ponerme ya a preparar el baúl de viaje con mis cosas. Que si el gramófono portátil para hacer más llevadero el trayecto, que si unos discos de pizarra con los últimos hits de Mozart, que si un tintero de repuesto para ir escribiéndoles mis impresiones sobre el viaje, ya saben lo pesado que se hace esto de cruzar media Europa en carruaje y más con el jet-lag. Pero, como digo, siempre surge algún imprevisto y mientras estaba organizándolo todo me he dado cuenta de que me falta lo más importante. Tengo entendido que allí, en el País de las Salchichas, anochece mucho más temprano, y yo sin un quinqué. ¿No les sobrará alguno a ustedes?

El caso es que me he puesto nervioso y me he dicho: voy a hacer una pausa y a ver si me relajo un poco contándoles mis cuitas a ustedes, mis fieles lectores de How I Learned to Stop Worrying and Love the Bomb. También quería aprovechar la ocasión para hablarles de un tema más artístico, pues como saben, el Arte ocupa un lugar central en estas páginas.

Como saben, marcho en breve y he tenido que abandonar temporalmente a mi compañía de teatro en plena gira europea. Así pues, mis chicos, estarán el Ljubjana, Eslovenia, a mediados de este próximo octubre, donde han sido invitados para representar nuestra exitosa función, Él no como él, de Elfriede Jelinek. Se trata de una obra de un gusto exquisito y de elevado valor moral que, después de dos años de representaciones, ya ha triunfado en Chueca y en varios pueblos de La Mancha. Cuenta con unos actores excelentes y con la proyección en escena de dos obras cinematográficas que yo mismo, el Dr. Malarrama, rodé expresamente para enaltecer el insobornable espíritu vanguardista de la producción. En definitiva, que no se la pueden perder. En
rumbo.es podrán encontrar transporte barato a Ljubjana para mediados de octubre. Están todos invitados. Y si mis palabras todavía no han conseguido convencerles, que lo hagan las imágenes del siguiente trailer promocional de la obra que yo mismo, el Dr. Malarrama, dirigí con esmero:







Y dicho esto, vuelvo a ocuparme de mi equipaje. Tal vez en e-bay pueda conseguir algún quinqué baratito.



Dr. Malarrama.

domingo, 16 de septiembre de 2007

El Dr. Malarrama se va a Alemania


Después de meses de silencio vuelven a entrar ustedes, queridos lectores, en How I Learned to Stop Worrying and Love the Bomb, y empiezan a leer estas líneas con una pregunta en sus mentes, ¿qué ha estado haciendo todo este tiempo el Dr. Malarrama que le ha tenido alejado de nosotros? Esperan encontrar la respuesta a continuación y comienzan ya a quejarse para sus adentros del sinuoso estilo que caracteriza al Doctor, aplazando siempre las respuestas y poniendo en boca de ustedes preguntas hacia las cuales, en realidad, son indiferentes. Por una vez, dejaremos los preámbulos a un lado y les contaré el motivo de la suspensión temporal que han sufrido estas páginas. El Dr. Malarrama ha encontrado el amor.

Sí, el amor. Estas cosas a veces pasan, y puesto que soy hombre de carácter tímido no entraré en detalles, pero quería aprovechar estas líneas para anunciar mi próximo viaje a Alemania, lugar de residencia de mi prometida, Frau Violeta. Alemania, la gran desconocida. Ese país del que tan poco sabemos. Déjenme decirles que estoy un poco nervioso. Sí, de todos es sabido que Alemania es una tierra de gran cultura y gentes educadas. Los niños conocen a Bach y a Beethoven desde su más tierna infancia, y los adultos dirimen sus diferencias con un código estricto de respeto hacia el otro, sin llegar nunca al contacto físico, pues basta sólo un guante y una pistola para limpiar cualquier ofensa. Temeroso de no estar a la altura, he decidido aprender un poco más sobre la Tierra del Rin, y amueblar mi cerebro con la lectura de Goethe, Novalis y Hölderlin. No quiero hacer el ridículo al llegar, así que con ese propósito he modificado también mi atuendo para integrarme mejor en el ambiente:








Gracias a las lecturas que estoy haciendo he descubierto cosas muy interesantes sobre este país de las que quiero hablarles, así que continuaré esta entrada bajo el título del epígrafe siguiente:

Cinco cosas que todo el mundo debe saber sobre Alemania.

1. A lo largo de su vida como estudiante, el alemán medio ha visto al menos cuatro veces Noche y Niebla de Alain Resnais. Dicha película sobre el Holocausto suele ser proyectada en los colegios en numerosas ocasiones, de modo que, cuando el alemán llega a la vida adulta, ha desarrollado un complejo de culpabilidad incurable. Si un alemán les insulta en público, o para el caso, en privado, lo único que tienen que hacer ustedes es responderles con la siguiente pregunta: “¿Qué hizo tu abuelito durante la guerra?”. El ofensor en cuestión se echará a llorar irremediablemente y le pedirá perdón, no sólo a usted, sino a la humanidad entera.


2. Los alemanes beben vino mezclado con agua y comen enormes bolas de patata rellenas de hígado. Nada de tinto de verano: agua le ponen al vino, aunque sea blanco, y cuando no, se lo beben caliente mientras tiritan de frío en la calle. No ponga cara de sorpresa cuando vea una de estas extrañas costumbres, y mucho menos si le hacen partícipes de ellas, cómase el hígado como todo el mundo, no todo va a ser bratwurst mit sauerkraut.


3. Los alemanes son gente trabajadora. ¿Cómo creen ustedes que fue posible el “milagro alemán” de la posguerra? ¿Piensan que un país vencido se reconstruye desde el sillón y con un mando a distancia? Pues no, el alemán se levanta con el canto del gallo para poder tener la mejor industria automovilística de Europa y una seguridad social saneada. Todo esto es para decirles que, si van a Alemania y se quedan en un hotel, póngase en pie antes de las ocho de la mañana. De lo contrario, a esa hora y como un reloj, entrará la mujer de la limpieza para hacer su habitación, sin llamar a la puerta, y se le encontrará a usted en bolinga picada con todas las litronas vacías tiradas por el suelo y provocará un gran escándalo. No se trata de falta de tacto por parte de la trabajadora ni de que tengan poca consideración por la intimidad ajena, muy al contrario: es una cuestión de Imperativo Categórico. A las siete en pie y punto.


4. Al contrario que nosotros, los alemanes respetan y saben valorar la cultura de otros países. No como aquí que, puestos a despreciar, despreciamos hasta lo nuestro. Por ejemplo, Almodóvar: a los alemanes les encanta Almodóvar. Hagan la prueba y entren en un cine a ver Volver en versión doblada (pronúnciese “folfea” en alemán). Verán como todo el público permanece inmóvil en su asiento, con actitud reverencial y sin reírse una sola vez. Claro que, supongo que frases como “este olor a pedo me recuerda a algo” no tienen ni puta gracia en alemán.


5. Los bares y los restaurantes cierran a las 11 de la noche. Si se preguntan qué hacen los alemanes después de esa hora, se lo diré: reciclar. El reciclaje es muy importante en Alemania y hay hasta cinco clases de contenedores diferentes. Ni se le ocurra tirar esas litronas vacías al contenedor rojo. Al principio, tardará un poco de tiempo en poner cada cosa en el contenedor correcto antes de irse a dormir, pero con un poco de práctica conseguirá reducir la duración de dicha tarea a las dos o tres horas que emplea por término medio un alemán todas las noches. Tampoco pongan cara de sorpresa por esto. El alemán se preocupa por el medio ambiente. No en vano los niños pueden repetir Primaria, o ser derivados a una Escuela Técnica, si suspenden el examen de bicicleta de final de ciclo.

Con estos conocimientos y los consejos que les acompañan podrá usted desenvolverse con toda comodidad por Alemania. Yo pienso ponerlos en práctica y debatirlos con los nativos cuando llegue. Confío, con todo esto, no sufrir choque cultural, cuestión que podrán todos usted comprobar en la próxima entrada de How I Learned to Stop Worrying and Love the Bomb: El Dr. Malarrama en Alemania.


Dr. Malarrama.