Ya lo decía mi abuelita, la Yaya Malarrama, cuando yo era pequeño y daban las mamachicho por Telecinco: “pero ¿adónde vamos a ir a parar?”. Y, en efecto, mucha gente todavía se hace esa misma pregunta cuando ve los noticiarios en la tele, escucha la cadena COPE o compra La Razón. “¿Adónde vamos a ir a parar?”
Sin embargo, yo no soy una esas personas. Sencillamente, porque ni escucho la radio ni tengo aparato televisor, y el periódico más reciente que ha caído en mis manos este último mes ha sido un New York Herald de 1907 que tuve que robar de una hemeroteca para recortarle el Little Nemo e incluirlo en una página de mi tesis doctoral.
“Se nos para el mundo y el Dr. Malarrama no deja de girar”, dirán ustedes. “Con la de niños que mueren en Biafra todos los días y tú dejándote en el plato la mitad de las criadillas”, decía mi abuela también. Ya les oigo coreando con ella: “así que al Dr. Malarrama se la refanfinfla si bombardean el Líbano, si el Sarkozy se pilla una cogorza en la cumbre del G-8 o si la capa de ozono parece un queso Leerdammer”.
Nada más lejos de la realidad. Yo soy una persona muy comprometida y los avatares del mundo moderno me preocupan como al que más. Como muestra, un botón. El otro día, estando yo en el despacho de la universidad, leí una noticia que me revolvió las entrañas. Me encontraba yo trabajando (como un mulo, por si alguna vez se lo han preguntado) en una mañana de particular estrés: pasando las horas entre enormes tomos de lecturas imprescindibles para mi tesis, nadando entre páginas y páginas de arduos volúmenes para cotejar citas, dejándome los ojos de tanto empollar… Como decía, estaba yo trabajando y ya había conseguido terminar de leerme las tiras de Carlitos y Snoopy cuando, apenas pude limpiarme el sudor de la frente y coger fuerzas para empezar a repasarme la integral de Tintín, cayó en mis manos una noticia que me dejó sin aliento:
“Noventa y nueve superhéroes islámicos compiten contra Batman y Supermán”.
Por lo visto, el islamismo radical acababa de poner su pica en el único territorio cultural que creíamos inconquistable. El cómic de superhéroes.
“Pero ¿adónde vamos a ir a parar?”, me dije. “¡Hasta una cultura otrora tan legendaria y admirable como la árabe”, (otrora me dije: se lo juro), “es capaz en los tiempos que corren de rebajarse así y adoptar los modos fascistas del cómic de superhéroes!”. Y añadí: “el mundo está acabado, ya no hay solución”.
El resto de la noticia confirmaba mi impresión inicial. Leí: “la trama del cómic se remonta al siglo XII, cuando los mongoles invadieron Bagdad con el objetivo de destruir la civilización árabe y, con ella, toda la sabiduría del califato. Para preservar esos conocimientos, se crearon 99 piedras preciosas que albergaron todo ese saber y que fueron llevadas al lugar más remoto del imperio árabe: el reino de Granada en Al Ándalus. Cada una de las piedras otorga a quien la toca uno de los 99 atributos divinos de Allah. Por ejemplo, uno de los personajes es Noura, que significa luz, uno de los atributos de Dios, por ese motivo, ella alumbra a cada persona para que encuentre su bondad interior. Otro de los personajes es Moumita, que significa destructor y que utiliza su poder para destruir todo lo malo.”
Aquello me horrorizó tanto como cuando a Frank Miller le preguntaron qué tema iba a tratar en su próximo cómic, titulado Batman, Holy Terror!
─Fuckin’ Batman kickin’ Osama Bin Laden’s fuckin’ ass, man ─respondió (más o menos).
Fear no more! Porque Frank Miller salvará el mundo con sus dibujicos.
Y entonces pensé en la única super-heroína islámica que conozco. Se trata de Sou-Sou (a.k.a. Mamba Negra) y es de Marruecos. La llamamos así por la siguiente razón. Cada vez que le presentamos a una amiga y ésta, para congeniar y eso, se compadece en voz alta de lo duro que debe ser para una mujer inmigrante y más aún viniendo de una cultura tan machista intentar sobrevivir a los vaivenes de la vida laboral y la salvaje competitividad que intenta desgarrar a dentelladas la dignidad de una mujer luchadora bla bla bla, la Mamba Negra contesta:
─¿Alguna vez has escupido a un hombre a la cara?
Entonces se hace el silencio.
─A mí, cuando me tocan los ovarios ─sigue, sin asomo de broma─, lo que más me gusta es soltar un gapo.
¿Y a quién no? Confiésenlo, escupir a un ser humano es una cosa que todos hemos querido hacer alguna vez. Imagínense que están atados a una silla y, de repente, escuchan un ruido de tacones que se acerca. Es un oficial de las S.S., que viene a interrogarles. “Déme nombres”, le pide, primero amablemente; pero luego, cuando usted se niega a contestar, su voz adquiere un tono de papel de lija. “Déme nombres”, y usted en sus trece; él sosteniendo el cigarrillo entre el dedo índice y el corazón, acerca la mano peligrosamente hacia su cara. “Esto me va a doler más a mí”, dice, y entonces le suelta un sopapo con la mano del cigarrillo. ¿Y qué hace usted? Pues soltarle un gapo en toda la jeta.
Como les iba diciendo, la Mamba Negra tiene estas cosas. No les contaré la cantidad de situaciones indignantes, provocadas por los más bajos representantes del sexo masculino, en las que la Mamba Negra se ha visto envuelta para acabar desarrollando este mecanismo de autodefensa, pero reconozcan, al menos, que como tal mecanismo de defensa es de lo más efectivo. Escupir a la cara es algo a lo que estamos tan poco acostumbrados que, por chunga que sea la víctima a la que has embadurnado con tus mocos, ésta no sabe cómo responder. Ante el shock, se sentirá incapaz de soltar un puñetazo. (En realidad, la única respuesta posible es devolver el escupitajo, pero eso requiere tiempo y preparación, a no ser que estés constipado). Pero, a lo que íbamos, escupir a la cara es algo que mola (y “mola” es la palabra exacta) porque cuando uno lo hace se siente como si fuera miembro de la Resistencia Francesa.
“Poderosas amigas tiene usted, Dr. Malarrama”, estarán pensando. “Primero la Baronesa Lalita y ahora, la Mamba Negra”. Pues la verdad es que sí; tienen razón, podría formar un comando de mujeres asesinas con ellas. Pero déjenme que vaya al grano, porque lo que quería hacer hoy es presentarles a la Mamba Negra en acción y contarles la historia que la convirtió en leyenda.
Verán, lo cierto es que hará así como un año, la Mamba Negra se presentó en el aeropuerto de Bristol, sección de aduanas, con una enorme caja de cartón en la cual estaba impreso un enorme rótulo con las siglas TNT, y debajo de éste, la leyenda: “Frágil, no agitar”. Ante el estupor de los picoletos anglosajones, que examinaban ojipláticos el contenido de la caja en la pantalla del radar, la Mamba Negra, quien por aquel entonces era sólo Sou-Sou, tendió con confianza su pasaporte a uno de los guardias.
Entonces, el encargado del radar le preguntó:
─Señorita, la pantalla muestra que ahí dentro hay componentes electrónicos ¿Qué es lo que lleva en la caja?
─No estoy segura ─contestó ella─, pero creo que son piezas de avión.
─¿Piezas de avión? Pero, ¿por qué trae esto a Inglaterra?
─Y a mí que me cuenta. Yo sólo sé que tengo que entregarle la caja a un tipo que me espera fuera del aeropuerto.
Los guardias se miraron entre ellos.
─Señorita, aquí dice que es usted es de Marruecos.
─Así es ─dijo ella.
─¿No ha oído usted hablar del tratado de Shengen?
─¿Qué coño es el tratado de Shengen? ─preguntó la Mamba Negra, a quien ya le estaban empezando a tocar los ovarios.
Háganse una imagen. Aeropuerto de Bristol, una mujer joven con rasgos árabes, sin los papeles en regla para entrar en Inglaterra y con una enorme caja que dice TNT. ¿Se puede ser más terrorista? Pues esto último es lo que debieron pensar los guardias de aduanas, porque en menos tiempo del que se necesita para leer un cuento de Monterroso, la llevaron al cuartelillo, donde le esperaba un guardia con aspecto de armario ropero, con las manos extendidas hacia ella, listo para cachearla.
Aquello fue la gota que colmó el vaso.
─Cabrón, tú a mi no me tocas ─le gritó a la cara, aprovechando para poner en marcha sus glándulas salivales─. No tits, no ass, you motherfucker ─y mientras pronunciaba cada una de las sílabas se le iba acumulando una mezcla de saliva y mocos en la boca─. Si quieren cachearme, que me traigan a una mujer.
Y ¡zas! Ahí que le soltó todo lo verde en la cara.
El guardia no daba crédito. Jamás había visto nada parecido y, como les dije, no supo cómo reaccionar. Así se que salió de la habitación accediendo a la petición de la Mamba Negra y solicitar la intervención de una agente femenina para proseguir con el cacheo.
─¡Y que no sea lesbiana! ─exigió la Mamba Negra antes de que el guardia saliera de la habitación.
Ya no hacen mujeres como las de antes.
Sé que no se han creído nada de lo que les he contado. Pero les juro por mis gafas de Hunter S. Thompson que es totalmente cierto. Lo que pasa es que la verdad no siempre resulta verosímil, así que intentaré arreglarlo contestando a algunas preguntas que se estarán haciendo.
¿Cómo llegó la Mamba Negra a meterse en una situación tan sospechosa? Sencillo. Su cuñada trabaja en la empresa de mensajería TNT (ya veo que están empezando ustedes a atar cabos; así me gusta: lectores inteligentes) y, de cuando en cuando, confían envíos especiales a gente de confianza, valga la redundancia. La Mamba Negra se prestó a uno de estos envíos. El problema es que, a pesar de haber adquirido el apellido Muñonez por matrimonio, y poder moverse libremente por la Unión Europea, al no haber firmado Inglaterra el tratado de Shengen, no puede entrar en dicho país hasta que no haya conseguido la nacionalidad. Cosa que la Mamba Negra (y cualquier persona con sentido común) no sabía.
¿Cuál es la moraleja de esta historia? La resumiré en una sola frase: “la mejor forma de solucionar las injusticias que hacen sombra sobre nuestra existencia es a base de escupitajos”.
Bueno, quizá esa no sea la moraleja. Pero lo que es cierto que es que la Mamba Negra no necesita ninguna puta piedra de Al-Ándalus para luchar contra el mal y hasta el mismísimo Frank Miller se mearía por la pata abajo si tuviera que encontrarse con una mujer con los ovarios la mitad de bien puestos que la Mamba Negra.
Olvídense de esas bobadas de superhéroes. Los verdaderos héroes están entre nosotros. Y creo que esta es la moraleja a la que quería llegar, pero no me hagan mucho caso porque no estoy del todo seguro.
Dr. Malarrama.
6 comentarios:
No me creo nada, pero en cualquier caso, ¿qué hicieron los agentes de aduanas a continuación? Después del escupitajo, digo.
cuánto cuento que tiene, doctor!
Espero k apruebe mi comentario, Dr. Malarrama, ya veo k ha adoptado las severas medidas luadescas de control de la opinión pública. Pero mi comentario es de lo más inocente: ¿es Pam Grier esa señorita jamona k aparece en una foto? !K gusto tan exkisito el suyo, jajajajajajaja!
El Moderator:
Efectivamente, activé la moderación de comentarios, pero como ve, el suyo ha sido publicado sin censura. La he tenido que desactivar otra vez, pues he comprobado que no puedo modificar los comentarios que ustedes mandan, sólo aprobarlos o rechazarlos. No se crean, mis motivos eran puros. Tan sólo quería mejorarles los adjetivos de elogio que usan en sus mails.
Efectivamente, la foto es la señorita Grier. Gran mujer en todos los sentidos. La Mamba Negra, en cierta ocasión, apareció en una de mis fiestas disfrazada de Pam Grier. He ahí la razón de la foto.
Incrédulos Kahuna y Serguei:
Ya deberían conocer ustedes lo suficiente al Dr. Malarrama para saber que aunque el 20% de lo que cuenta en su blog es pura licencia poética, el 80% restante es rigurosamente cierto. El Dr. Malarrama no tiene la culpa de tener unos amigos bizarros. Después de todo, tiene usted que admitir, Kahuna, que si el Dr. se pusiera a contar todo lo que sabe de usted, tampoco nadie lo creería (aunque evitase todo tipo de licencia poética). En resumen, dejo a su imaginación el decidir qué partes de la historia son reales y cuáles otras, ficción.
La continuación de la historia de la Mamba Negra es irrelevante. Pero si tienen curiosidad por ello, lo contaré: entró una agente no lesbiana para cachaerla, la cachearon, comprobaron que efectivamente estaba haciendo un encargo para TNT (aunque costó localizar a la cuñada de la Mamba)y la dejaron entrar por un día en Bristol, depués de confiscarle todo el dinero que llevaba, para entregar la mercancía, inofensiva después de todo.
La Mamba Negra se encontró con su contacto, que por lo visto no había acudido a la cita en la hora prevista, porque se encontraba borracho en un bar viendo el futbol.
Dr. Malarrama.
Jajaja Fantástico. Me he reido y es la mejor moraleja que se puede enseñar en la vida,jajaja.
Muy bien escrito.
Javi.
Tiene usted una amigas muy extrañas, Dr. Malarrama. Dónde aquellas féminas agradables y sumisas que hacían las delicias del hombre a su vuelta del duro fragor laboral?
Es cierto que le mundo se acaba Odio tener que reconocer que no hemos sabido mantener al margen a las hembras. Todo comenzó con la invención de la fregona. La mujer dejó de trabajar de rodillas, nos olvidamos la puerta de la cocina abierta y han querido acceder al lado salvaje de la vida...
Y mírelas, ahí están fumando como fulanas, tatuándose el cuerpo, modificándose y cada vez más neumáticas al modo Huxley pero en silicona.
El mundo se acaba, ciertamente.
El Generalíssimo.
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